sábado, 28 de noviembre de 2009

Velasco Magdaleno Josué Isaí Nosotros: las otras

Velasco Magdaleno Josué Isaí

Estudios Visuales

Nosotros: las otras

2 de octubre de 2009

El desarrollo de los individuos ante los grupos sociales se marca por grandes campos como el sexo, las acciones profesionales, los grupos de convivencia, etcétera en los cuales la imagen externa funciona como distintivo pre formateado que sintetiza esos campos. Uno de los aspectos que influye en la configuración de tales sectores, se basa en la necesidad de potencializar nuestra apariencia con el fin de lograr algo más que la mera existencia como humanos, exigiendo la creación y búsqueda de elementos objetuales afines a la imagen externa ideal. Orlan desarrolla performans cuyos objetivos son variados, pero que podemos relacionar con la imagen potencial, donde la negación de su ser lleva a no transmutar su vestimenta si no que va más allá, a replantear su ambiente desde la modificación quirúrgica de su cuerpo concluyendo en un “meta-Orlan”, por decirlo de alguna manera.

Pero no conforme con la sencilla acción de llevar a otro nivel a la imagen propia, es posible ver en otros sectores humanos la idea de negación del ser como tal y la búsqueda de una readaptación por medio de su apariencia, creando un nuevo sistema de comportamiento idealista e hiperreal donde podemos definirle como un metaser. La necesidad –y necedad- de mi análisis antropológico-visual se enfoca directamente a las cualidades y la forma de vida del hombre travesti, quien por su carácter humano de constante cambio se ve aislado por el deseo de transgresión social.

El concepto de travestismo fue empleado por primera vez por el sociólogo alemán Magnus Hirschfeld, quien plantea su origen de la conjunción del latín “trans” –cruzar o sobrepasar- con el concepto “verteré” –vestir- que claramente designa a los individuos que recurren a la vestimenta del sexo opuesto a modo de disfraz con el cual desarrollar su papel idealizado.

El nuevo sujeto está atado a distintas situaciones que convergen en su definición como metaser. La primera se concentra directamente en su capacidad física, obviando los resultados de la comparación física entre hombre y mujer, el sujeto travesti deberá reinterpretar la imagen femenina para poder hacerla suya, específicamente deberá potencializar las prendas para lograr una armonía óptica. Roland Barthes plantea por ejemplo en “El sistema de la moda” la estrecha relación analógica entre los patrones que conforman un vestido o una blusa con la práctica social de la mujer, expone la aplicación de un cierto paradigma que define los sistemas y la integración con los medios sociales.

Otro de los impulsos del concepto de metaser es el enfoque de híper realidad. El hombre crece y vive sobre los límites que tiene como tal, creando un archivo de memorias y actitudes propias, que se pierden o que se quedan guardados en algún sitio no físico en el momento de su interacción con el ambiente travestido, es decir, esta nueva mujer no lo es si no sólo en apariencia física y en la invención de una actitud conforme a ésta; será adecuado entonces aterrizar el resultado de la suma sujeto físico mas sujeto ficticio en un metaser.

Como traducción visual a lo antes mencionado y al mismo tiempo como producción secuencial de mi propia transformación física y experimento como un ser distinto al que soy durante el proyecto Sophia (velascoymagdaleno.blogspot.com).

Presento ahora la producción de “Nosotros: las otras”, una serie que por medio de una analogía objeto-sujeto, o bien Individuo-prenda revisa por medio de pares de fotografías la relación directa de la vestimenta propia del rol social, como hombre, de cada uno de los sujetos y la transformación de dichas prendas hacia los patrones formales que distinguen al grupo femenino.

El resultado es una comparación visual que produce ciertos elementos sobresalientes que pueden explicar el porque de la atracción por funcionar como metaser. Durante la toma de la primera fotografía, tanto la prenda como el sujeto se encuentran sin intervención alguna por mi parte, enseguida la única indicación es utilizar la prenda masculina y posar. El resultado es una imagen en la que el rostro del personaje es de inseguridad. La segunda fotografía por otro lado contiene el registro del momento último de la transformación, la anterior camisa es ahora una blusa decorada con pieza metálica y ajustada en la cintura, lo que de alguna forma reacciona como apoyo moral, por decirlo de alguna manera, pues la actitud es otra, la seguridad y el sentido de fuerza es más mayor; la imagen registra la existencia del metaser. La nueva prenda y el ejercicio completo de adaptación –maquillaje y peinado- funciona como máscara que permite desarrollar esta nueva personalidad, misma que puede llevarse al cabo con toda libertad pues de cierta forma no existe una responsabilidad al vivir una farsa que se puede abandonar apenas se desee; no existe responsabilidad social más allá de el respeto básico, si vamos más allá no hay actividades laborales que sobresalgan en las que el ser travesti distintas al del espectáculo. La reinvención del ser funciona en el gran conjunto social como una meta cualidad, un agregado que le permite abandonar la idea de si para, digámoslo así, lograr entrar en un nuevo nivel del plano evolutivo que permite la fluctuación del individuo siempre necesitado de innovación.

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