“El arte como ritual”
Abraham Martínez Villegas
He visto varias veces la indignación, la indiferencia e incluso la repugnancia en los espectadores que van a las galerías o algún espacio cultural en donde se presenta arte contemporáneo. Reacción seguramente justificada si hablamos de un espectador que tiene nociones vagas del término arte, pues desde pequeños es muy probable que cuando se nos explicara esta actividad humana, viniera a colación imágenes renacentistas, principalmente en pinturas y esculturas, incluso es posible que las primeras conexiones nos lleven al concepto de belleza como sinónimo de arte. Es entonces que se entra en un choque cuando estas ideas se ven trasgredidas y se niegan en imágenes que rompen con las plataformas artísticas tradicionales. Sin embargo si consideramos el avance del arte a través del tiempo, podremos notar que este se adecua a las circunstancias de una forma casi atemporal y que nos incitan a cuestionamientos sobre el conocimiento humano, mediante la sorpresa y el misterio.
Es por ello que creo conveniente iniciar este análisis, volviendo hasta las primeras obras que se consideran parte de la historia del arte, tenemos así las pinturas rupestres de las cuevas de Altamira, las cuales presentan la cotidianidad antigua envuelta en un origen misterioso.
Una de las teorías más aceptadas sobre esta obra nos llevará al concepto de magia, pues en el contexto en el que fueron creadas, podemos notar que el despertar de la primitiva mente humana empieza a surgir como una necesidad distinta a la de las fisiológicas. En estos nuevos requerimientos, la vida y el entorno natural se unían en uno sólo, por ello las imágenes de la caza son recurrentes retratos de su forma de vida, no obstante parecería algo extraño encontrar en estas etapas, objetos que no cumplan con una tarea vital y precisa, por ello actualmente intuimos que tenían una cualidad semejante a los principio del vudú, en donde la representación pictórica de los animales les haría poseerlos también en la realidad. Tan pronto como la tarea se viese exitosa, el misterio de la obra fomentaría la fe en ella y la convertía en algo más que un trazo o una mancha, sino una herramienta que reflejara el potencial humano sobre la naturaleza.
Este tipo de pensamiento es un claro ejemplo de lo que podría llamarse magia primitiva, la cual presenta un sistema alterno al pensamiento lógico, creado con la finalidad de comprender las leyes naturales y alterarlas para conseguir un resultado deseado. Es así que los rituales primitivos se fundan en una ley de semejanza en la que los efectos se aproximan a sus causas, es así que el antiguo hechicero realizaba una serie de acciones que semejarán a un efecto deseado con la fe de conseguirlo, todo esto mediante la unión de actos físicos e inmateriales. Este tipo de pensamiento dominó por mucho tiempo, debido a que las explicaciones mágicas lograban satisfacer los misterios de un mundo en donde el conocimiento, hasta ahora obtenido, no era comprobable sino maleable a una voluntad que se mantenía incorpórea. Paradójicamente, estas acciones repletas de subjetividad preceden directamente a actividades más concretas y objetivas como la ciencia, pues las raíces del concepto mágico nos llevan a un sistema para comprender la naturaleza, claro está, que la magia siempre nos llevará por un camino incomprobable y que depende de nociones metafísicas. Es así que por esta razón el pensamiento mágico fungió como el prototipo de muchas de las religiones actuales, las cuales preservaron esta facultad de crear realidades alternas que afectarán directamente en nuestras vidas. La forma más palpable de reflejarlas se tradujo en imágenes provistas principalmente por el dibujo, la pintura y la escultura, por ello que el arte sirviera como el cáliz de los dogmas y creencias religiosas que dominaron el pensamiento humano por varios siglos.
Poco a poco el arte se fue desvinculando de doctrinas masificadas, para intimarse en una propia que reflejara la vida de su creador y le hiciera palpable un refugio ante su realidad. Sin embargo nunca perdió la noción del ritual mágico, el cual necesita semejar algo para poseerlo, quizás esto explique porque las primeras obras de arte tienden a plasmar fielmente la realidad en imágenes ciertamente figurativas, y no en representaciones abstractas. El arte entonces forma parte de este plano subjetivo e incierto del comportamiento humano, pues así como un acto de magia posee la cualidad de manipular la materia para llegar a un resultado no lógico (aunque si estimulante), este recurre a la ilusión para crear resultados directamente en el psique de su espectador.
No obstante el misterio y la sorpresa indispensables en el acto artístico dejan de funcionar cuando se vuelve algo monótono y establecido. Por ello la necesidad de transgredir y mostrarse a sus espectadores con nuevas formas, para así despertar una cierta seducción que refleje un misterio sobre las intenciones del creador, la imagen artística utiliza la ilusión como recurso físico, pues engaña a los sentidos y hace que su “hechizo” se vuelva realidad, no obstante este recurso se ha tenido que replantear para no destruirse en las sociedades modernas, en donde la ciencia y la tecnología han expandido al límite nuestro contacto con las imágenes y los sonidos. La competencia de todos estos estímulos, es precisamente lo que los debilita al desensibilizarnos como espectadores. El arte debe entonces mutar a manifestación artística tales como la instalación, el video, el arte objeto, el performance, entre otras que juegan con esa ruptura esquemática del arte tradicional y bello; sus escenarios muestran una ilusión que exalta de una manera directa y/o novedosa, mediante sensaciones que ya no sólo abarque la belleza, sino también la fealdad y la repugnancia, el miedo, lo absurdo y todos los matices de las emociones humanas. Esto no implica, que las manifestaciones tradicionales como la pintura o la escultura desaparezcan, pero sí que cambien las formas en la que la imagen se muestre a través de estas.
Finalmente, pese a toda la gama de expresiones que existen, la modernidad ha puesto una barrera que obstaculiza el principio ritual del arte, ya que todas las herramientas tecnológicas que se utilizan hoy en día, son parte de una gran red de actividades humanas que las manipulan indistintamente en propósitos ajenos unos de otros, por lo que los limites entre todas estas, se encuentran camuflados entre sí. A su vez, la reacción en los espectadores se refleja en la incredulidad ante el “show” del arte, en donde la ilusión es cada día más difícil de alcanzar. Por ello se habla de una crisis, que posiblemente sea superada conforme los nuevos medios avancen y como estos sean utilizados por los futuros artistas que logren retratar la realidad de sus tiempos.
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