Aldonza Ximena Aguilar Fernández
Mona Lisa en un llavero.
27 de noviembre 2009.
Lo popular puede ser cualquier cosa desde las películas, televisión, radio, internet, publicidad, juguetes, arte, juegos, ropa, libros. Frecuentemente la cultura popular es vista como algo trivial o superficial, hecha para el consumo masivo y que no requiere de una “alta” educación para ser entendida. El inicio de este punto de vista puede rastrearse a los orígenes mismos de la cultura pop: el pueblo, porque como es bien sabido, en los viejos tiempos la educación era algo privilegiado, no cualquiera podía asistir a la escuela, incluso las mujeres eran vetadas de este derecho, por lo tanto la cultura estaba reservada para las aristocracias y familias acomodadas. El resto de la gente, la cual era la mayoría, tenía que conformarse con el conocimiento que la vida diaria brindaba. La cultura del pueblo no podía ser por lo tanto única o intelectualizada, lo que hizo que las clases altas miraran a ésta de manera peyorativa.
Puede que estas ideas aún sean expresadas por varios en la actualidad y no sin justificación, pues hay elementos en la cultura popular que dan para este tipo de crítica y más. Tomemos por ejemplo la producción de telenovelas en la televisión mexicana. La mayoría de ellas (si no es que su totalidad) tienen una trama básica de lo que podríamos llamar cuento de hadas: un hombre y una mujer se aman pero por azares del destino no pueden estar juntos y siempre hay un villano o varios que hará todo lo posible por perpetuar esta situación.
El fenómeno de los sesentas llamado Pop Art logró mezclar la alta cultura de los educados con la imaginería del pueblo.
Este fenómeno continúa hoy en día en un exponencial mayor gracias al desarrollo de la tecnología y las innovaciones tales como el internet. Todos los componentes del pop que ya mencioné con anterioridad (ropa, arte, música, etcétera.) encuentran en el ciberespacio un lugar para la promoción y distribución. El éxito popular y comercial parece asegurado con esta herramienta que elimina fronteras y cuyo alcance en audiencia rebasa por mucho al de la televisión, radio o periódico. La cultura del pueblo se expande a través de la red, las imágenes de cualquier índole pueden ser encontradas en este medio. La cultura popular se ha vuelto universal.
Tal es el impacto que ha tenido sobre la vida el internet que, caso curioso, incluso el arte elevado tuvo que entrar en el juego. Podemos encontrar museos como el Metropolitan o el MOMA de Nueva York haciéndose publicidad a través de las redes sociales, ofreciendo descuentos y promociones a todo tipo de público. El arte que antes estaba enclaustrado en los museos ahora vaga libremente por el ciberespacio. Cualquiera puede poseer una copia de un Monet o un Picasso de manera gratuita e instantánea. Si bien hace ya años y personajes que la idea de arte para todos fue expuesta, nunca había sido tan posible como hasta ahora. Las posibles divisiones que podrían aún haber existido entre lo que era alta cultura y cultura popular se han borrado.
El arte de hoy (en todas sus manifestaciones) sigue nutriéndose del pueblo, de sus creencias, vivencias y gustos. Es por esta razón que todo es susceptible de convertirse en pop, porque siempre habrá algo con lo que el espectador se identifique y relacione, no puede ser de otra manera si la fuente es la vida misma. Este flujo inspiracional no es sin embargo unidireccional.
Los elementos del arte elevado se cuelan cada día entre los elementos de la cultura popular, camuflajeándose, adaptándose. Se vuelven tan comunes al ojo humano que es fácil olvidar su origen o lo que representaban originalmente.
Tomemos como referente el caso de la que tal vez es la pintura más popular y famosa del mundo: la Mona Lisa o Gioconda. Esta obra del siglo XVI ganó popularidad por el supuesto misterio que la envuelve, que si se trata del mismísimo Leonardo, su sonrisa o su horizonte disparejo, la Mona Lisa ha sido fuente de inspiración para todo tipo de creadores y es que hay libros, películas, caricaturas, blogs, más obras de arte.
La interrogante aquí es, si una obra de arte de la alta cultura como lo es la Mona Lisa se denigra al ser victima de tales parodias o reinterpretaciones, porque lo mismo la encontramos en una obra de Marcel Duchamp que en un reloj de pared o un calendario situado en medio de otras ediciones de calendarios como los atardeceres más grandiosos y los cachorros más tiernos. Me parece que este es un intento por parte de algunos de acercar el arte al pueblo, de “culturizar” a las masas, pero de igual manera si la cultura popular utiliza elementos del arte elevado es porque hay una demanda de parte del pueblo por acercarse a las obras.
Las personas obtienen este tipo de productos, de gran variedad que pocas veces tiene alguna relación con el arte y sin embargo lo utilizan como medio publicitario, porque quieren sentir que son parte de este mundo elitista que a veces puede ser el arte. Las imágenes usadas así no son denigradas ni reducidas de categoría en ninguna manera, porque finalmente quien le otorga el valor a los objetos es la persona que los posee. Tal vez algunos visitantes de museos encuentren que tuvieron una experiencia mayor al ver esta reproducción en alguna parte de su casa que al ver la pieza la original y prefieren comprar el recuerdito que les otorga mayor satisfacción.
Mientras el arte elevado siga siendo tratado como un producto por la misma institución (museos, coleccionistas, etc.) no habrá mucha diferencia entre éste y el arte reinterpretado de la cultura popular, porque el arte elevado debería ser aquél que es completamente gratuito para cualquier persona.
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