Assaf Farfan “Mata a ese perro pero no acaba la rabia”.
Salvo extrañas excepciones un boxeador no se preocupa por comprender el efecto que produce el vinculo creado entre el acto de su oficio y algun ser expectante; por su parte el púgil sale de un túnel que podría convertirse en su “milla verde” cual condenado a muerte, su recorrido esta colmado de plegarias y cargas emotivas que han de darle un plus en la confianza para afrontar su destino, que a decir verdad esto es lo único que realmente le importa. La posición del espectador es por mucho la mas cómoda en ese momento, no exigirá nada al peleador fuera de sus condiciones naturales pero es justo ahí donde se manifiesta el juez mas fiel que califica no en base al sistema estricto del deporte mas bien en una escala gradual de emociones pidiéndole a modo de ruego que haga lo que sabe hacer, eso es todo. Si diseccionamos cada articulo que integra esta dimensión la mas importante es la del púgil, este es el motor fundamental que activa al mecanismo, todo gira en torno a el y es en el donde recae el éxito o la condena. (en una entrevista con J.L. Zertuche miembro del cuerpo olímpico en Sydney 2000 rankeado alguna vez entre los mejores 5 del mundo; cuando me habla de su posible regreso a las primeras filas del boxeo rescate las siguientes líneas) tengo mi orgullo aun, mi voluntad, me cuesta llegar al peso pero eso tiene remedio, cuando un boxeador esta viviendo sus últimos días sobre el ring sube de división y el peso que tiene encima le podría ayudar y hoy me sentí muy fuerte, me llego mi segundo aire, mi ultimo aire. Si gano o pierdo lo habré intentado de eso no hay duda a pesar de que en este deporte no hay bromas ni un modo de ocultar la realidad conservo la idea utópica de irme de aquí con un campeonato del mundo. Dicen que el síntoma inequívoco de que el boxeador ya esta viejo es aquel que te hace ver que poco a poco vas perdiendo, primero las piernas, después las peleas y al final las personas que has amado, te quedas con poca gente contigo, estas solo, pero siempre he estado solo no? A mi, el boxeo me advirtió que hace tiempo, hace mucho tiempo que ya soy un viejo para esto. Se que ya no puedo recuperar muchas cosas, se me hizo tarde para eso, solo quiero subirme ahí, hacer unas peleas mas y ganar lo que nunca he tenido. Si, hay días que no quiero entrenar, que no quiero salir, no me emociona tanto ponerme los guantes dicen que mis ojos miran con mucha calma los movimientos del otro claro, cuando tengo oportunidad, que ser agresivo ya no es una cualidad mía que vengo a menos, si, también me han dicho que estoy viejo pero, soy un viejo con ganas de ganar, como un perro que ya no tiene rabia pero sigo siendo un perro a final de cuentas, un perro con mucha hambre. En palabras de Eduardo Lamazon, secretario ejecutivo del CMB “No hay mayor exaltación del individualismo que la del boxeador y del artista. Este es un condenado a no compartir nada con nadie, porque la creación solo es posible en soledad” Cierto, la creación únicamente es posible en soledad, sin embargo existen factores que el solitario podría considerar en ese momento creativo. El mismo Muhammad Ali mencionaba que su éxito no habría sido posible de no ser por cada rival en el cuadrilátero (refiriéndose a Sonny Liston, Ali citaba que, él no estaría aquí si no es por mi y yo no estaría aquí si no fuera por él) el púgil necesita compartir su soledad para afirmar su propósito. En cierto modo es inevitable asociar a la soledad como un fundamento creativo, son cómplices en el resultado que se produce, en este caso, son cómplices en el boxeo. Será así interesante mencionar que es parte de su estética. Este deporte desde hace tiempo y lentamente se ha quitado los clavos que le quedaban, los restantes en su cruz son la condena del acto salvaje que representa desmeritando las acciones del ser humano, avergonzándolo con exhibiciones animales. Seguramente sus detractores no han logrado ver en su análisis que en esta disciplina se sublima la capacidad máxima del ser, es en este modo de juzgar donde tendrán que sustentar que cualquier otro animal puede exhibir con tanto prodigio un dominio total del espacio, de su fuerza, de la percepción absoluta del riesgo de muerte en la ejecución de una contienda. No existe el bien o el mal, no se deben encontrar, no hay la necesidad de juzgarlos de esta manera si se comprende que la voluntad de un púgil en su naturaleza sobrepasa un sistema binario. Existe un acuerdo cabal que consta en asumir una supervivencia en la aniquilación del otro. Si le quitamos toda referencia formal, es precisamente, una fuerza de la naturaleza. Todos estos conceptos desmembrados para lograr un juicio ensañado o benigno no se desprenden de la naturaleza para depositarse en un catalogo con nombre; para comprender una percepción total del asunto en cuestión no se deben tratar de comprender así, pues constituyen un todo cuando esta fuerza cumple su propósito. No hay intención de incrustar el boxeo en el arte sino contemplarlo en una condición natural, una belleza natural en la contemplación sin el sistema binario que se desprende en los juicios morales. Y refiriéndome al propósito antes mencionado, este se extiende para gestionar los recursos energéticos de nuestras posibilidades y en mayor medida va en dirección donde depositamos el concepto de lo bello y sus variantes que han adquirido fuerza como una modalidad mercadotecnica que penetra en el mentado “imaginario colectivo” para generar validez y sustentar en el caso del arte, las piezas que se proclamen innovadoras. La materia a la que damos forma tiene entonces mas posibilidades dentro de esta reestructura estética donde los términos excluyentes pasaron de moda y el sistema abrió paso a cierta terminología que se adecua (de acuerdo a ciertas características) al sentido estricto del entendimiento, a los elementos intangibles de la razón borrando del mapa la vulgar dicotomía tan inútil e insuficiente. Si existieron las bellas artes inevitablemente existieron las feas artes que por un proceso implícito de eliminación ni siquiera alcanzaban tal nominación que por derecho o lógica les pertenecía, reduciendo sus expectativas equiparables a las de la carne de cañón. Sobraría decir que por temor a su destino difícilmente se concebían. Sin embargo, Siendo el tiempo su mejor aliado las feas artes pueden surgir sin discriminación alguna gracias a esta evolución, la del juicio critico; entonces lo feo ya no es feo sino interesante y aunado a esto lo bello implacablemente por el hecho de ser opositor de lo feo también fue exterminado del mundo del arte en un campo de concentración por sus limitadas capacidades. Aun así, la belleza tuvo posibilidades y resucito encarnando en el intelecto (si acaso en este termino se logro su muerte). De este modo era inevitable competir contra el termino “interesante” y su abrumador paso que gano terreno en dimensiones sensacionalcitas y tendenciosas que progresivamente se convirtió en una carta muy fuerte en el mercado por su facilidad y rapidez en el consumo de lo que divierte y paraliza con efectos hipnotizantes y consoladores. Entonces lo bello se manifestó en su forma natural no en la representación sino en el acto natural y en la razón de un ámbito intangible y difícil sino es que imposible de poseer. Los juicios y la terminología son variables en la materia, en la producción y en el arte; pero en la naturaleza nadie puede cuestionar la verdad, lo perceptible en un plano real. Lo bello se percibe en la naturaleza y en el arte se da en el intelecto a través de combinaciones genuinas que permiten solo su contemplación relegando en toda posibilidad su posesión. Se concibe a la belleza en un espasmo por sus cualidades efímeras, un momento que a decir del pugilato recae en el despliegue de todas sus posibilidades sin reservas, en una cátedra de ritmos coreográficos y el auge de emociones de aquellos jueces que conforman el total de la dimensión, explotando simultáneamente. Se contempla en esta dimensión a la belleza sin darle alguna forma especifica porque reducirla o tratar de contenerla constituye una mutilación y hace inservible a la experiencia que se disminuye en la metáfora de adquirir un paisaje al óleo representativo de fenómenos naturales. El boxeo es un ejercicio de vida que no atenta contra el misterio, se transforma en la escala de un proceso vital que permite experimentar un sabor genuino, extraño quizá, pero así seria el sabor que tiene la realidad.
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